viernes, 1 de mayo de 2015

¡Primera semana!

Llevo ya una semana en China, ¡por fin! Me costó llegar, pero lo conseguí. Esto es un mundo paralelo del que desconocía su existencia y la idea que me habían vendido de China es una bien diferente... Por éso, creo que va a ser suficiente motivación, la de plasmar lo que se ve realmente aquí cuando se vive, el escribir aquí como una especie de diario. Intentaré que sea con la suficiente asiduidad para no perderme nada por el camino; porque realmente aquí cada día se hace como una semana en mi país. Se viven constantemente muchos retos, desafíos con el idioma, surgen anécdotas y no para de abrírseme la boca con lo que veo. No quiero con este blog que nadie se sienta ofendido, todo se hace desde el más profundo respeto; de ocurrir, por favor pido disculpas de antemano y solicito que me lo hagan saber sin demora.

Y, ahora... ¿por dónde empiezo? Me viene a la mente una vez que leí que a Victoria Beckham le parecía que España le olía a ajo. En su momento, fue un comentario que me sorprendió. Y no fue por el olor a ajo en sí, si no por el hecho de pensar que se podía decir que un país huele a "algo". No se me había ocurrido nunca, la verdad. Ahora, entiendo perfectamente esa expresión en China, puesto que aquí puedo decir que huele mucho a picante y a alcantarilla. Lo sé, sí, lo he dicho; aquí muchas veces huele fatal en la calle, en los baños,... Pero a la gente no le afecta, hacen su vida normal, igual que a mí no me parece que España huela a ajo. ^_^

Cosa curiosa: aquí odian el número cuatro. Se pronuncia igual que "muerte" y debe de ser que no quieren tentarla, jaja. En muchos edificios, hoteles no hay planta cuarta, sino que se pasa de la tercera a la quinta; igual que tampoco hay habitaciones con el número 4.

Algo que había leído pero que no concibes cómo es hasta verlo en persona es el tráfico. Ser peatón en Yantai es un peligro. Cruzar una calle es un "sálvese quién pueda". Yo no sé para qué ponen semáforos, ni pasos de cebra, ni rayas en el suelo si aquí todo el mundo hace lo que le viene en gana. Eso sí, con la mano pegada al claxon en todo momento. Yo ya me lo tomo a guasa. Pitan por pitar, pitan porque se para el autobús delante de ellos y se meten entre la gente que está bajando para adelantar, pitan a los peatones que cruzan la calle cuando y por donde deben, pero no pitan al de la moto que va en dirección contraria (¡dirección contraria!) o al que da media vuelta en una carretera de doble sentido, dos carriles o tres para cada sentido y doble ralla continua en el centro (si el conductor quiere dar ahí la vuelta, pues la da y la gente le esquiva como puede, viéndolo normal). Son momentos en los que me percato de que estoy atónita viendo la situación con la boca abierta y me sorprendo de lo poco que sabía de estas costumbres.


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